martes, 23 de noviembre de 2010

Ser uno mismo, los dos


Hoy mi cuerpo volvió a sentir.
Un montón de sensaciones nuevas se entrecruzaron mientras yo ya perdía el sentido y la noción del tiempo, ya no le pedía a la vida volver a sentirme amada, me conformaba con ser un capricho fácil de consentir; puro deseo, nada de amor. Ya no creía que existía vida después de una noche de pasión, todos me enseñaron que me debían cortar las alas para poder amar, no tenía sentido lo que me pedían, por eso a ninguno terminé amando de verdad. Pero quizás si, amé a uno, pero al final del camino me di cuenta que no había amor en esa relación que no tenía pasado ni final.
Por eso me volví sobre mis pasos al verte a vos ¿cómo no te había visto antes? ¿Cómo no había visto esa sonrisa antes? Seguramente te vi, pero lo ignoré por completo, porque de tu brazo iba alguien que se interponía entre los dos, y que hoy al no estar, permitió que nos encontremos en este momento y en este lugar.
Creo que hace mucho que deseaba hablarte pero jamas me animé, esperé a que llegaras a mi, y después de eso empecé a pensar en vos, sí, no quería hacerlo, dije que me iba a alejar de la tentación pero no lo pude evitar, fue como que apretamos la tecla de comienzo justo, y después de iniciar aún no sabemos como parar. ¿Realmente quiero parar? No lo creo. Y es ahí cuando te vuelvo a mirar y en tus ojos encuentro tristeza, dolor, confusión, amor, ternura, y muchas palabras que reprimes en tu garganta para que no salgan jamás de ti. Aumenta el silencio y aumenta aún más la tentación, el beso es inevitable, y con el beso son inevitables las caricias, los abrazos... finalmente nos volvemos dos cuerpos entrelazados.
Mi cuerpo se vuelve a sentir vivo, sentimientos comienzan a recorrer cada punto de él y me dejan inquieta, nerviosa, torpe, y me invade la inseguridad. Es inevitable que me compare con la persona que más amaste, y es inevitable que en la charla posterior no te esté evaluando constantemente, pero sales ganando, definitivamente no tengo nada de que quejarme. Y luego un calor que quema en mi pecho e inunda de palabras incomprensibles mi boca, me preguntas que quiero decir pero no me animo. Aún no, hay tiempo para decirlas, debemos demostrarnos que nos vamos a hacer bien...
Debo convencerme de tener paciencia.


"Un tenue escalofrio se podía apreciar, nada sin solución, nada que les impida ver la puesta del sol, ser uno mismo los dos..."